Se corre el telón. Una mesa, una barra y otra mesa se transforman en la escenografía: el encargado del bar, con trapo en mano, se acerca a la joven que está sentada en una de las mesas del bar y le pide que le siga contando la historia. Una historia.

Así comienza “Civilización o barbarie. Historia de una grieta”, una nutrida producción que realizaron estudiantes de la escuela de unidad de gestión social 1737 que funciona en la Organización No Gubernamental Fundación Ceferino Namuncurá.

El escenario dentro de la Usina Cultural y las sillas acomodadas en dos grupos con un pasillo en el medio para que circulen y caminen, o corran, según la ocasión los profesores de la escuela quienes han preparado la obra de teatro que se convierte en multimedia porque de fondo, detrás de la escena del bar, hay una pantalla gigante en donde, inmediatamente, van a aparecer imágenes que se conjugan con las escenas teatrales. Teatro y cine, juntos de la mano. También, música en vivo cuya música y letra son compuestas por los pibes de la entidad.

En el marco de la conmemoración del día de la Independencia se realiza en la Fundación Ceferino Namuncurá una varieté. Esta modalidad se viene realizando desde el año pasado ante cada fecha patria. En esas varietés los estudiantes, profesores e instructores de la organización comparten junto con los familiares de los jóvenes las inquietudes artísticas y recuerdan con bailes o danzas tradicionales el 25 de mayo, el 20 de junio y el resto del calendario que recorre nuestra historia.

Fabio Antieco e Imanol Coria interpretan una canción emotiva. Agustín Trejo los acompaña con la guitarra. Detrás de ellos, una serie de dibujos que se acoplan a la velada musical: coloridos, los dibujos, nos muestran detalles de la historia. De los campos de batalla en donde un grupo de soldados ataca a un grupo de pueblos originarios.

Un mesero dialoga con Martina Chapanay. Es ella, en la piel de Belén Suárez y viceversa quien le transmite los años de lucha de los líderes populares. A la mesa, más tarde se sientan Vairoletto y Mate Cocido, bandidos rurales que han popularizado la historia y la canción de León Gieco que va repasando la historia de quienes llenaron las páginas de los diarios a fines del siglo 19 y a principios del veinte.

Mientras transcurren los diálogos, en la pantalla gigante, “Mate Cocido” y Vairoletto, bien vestidos con sendos pañuelos de furioso color rojo recorren a caballo los paisajes agrestes de la Patagonia que nos recuerda a la Patria Grande.

“Mate Cocido” es Matías Quinán quien dice que “es la primera vez que actúo y me gusta. Me gusta el papel que me tocó”. Vairoletto es Mauro Arriagada quien como Matías hace bastante tiempo concurre a la Fundación Ceferino Namuncurá.

Distinta son las historias de Belén quien remite a Martina Chapanay, una guerrera que ha escondido la historia y que rescata la canción del santafesino; quien ingresó a la Fundación Ceferino Namuncurá este año. Y de Franco Terzaghi que interpreta a Jacinto Chiclana que se trenza en un diálogo memorable con su mentor, Jorge Luis Borges a quien construye en el escenario Agustín Trejo que ya dejó la guitarra y ahora es un hombre mayor que necesita de un bastón para sostenerse en equilibrio.

Mariana Gala y Fabio Abálsamo, docentes del espacio aúlico y de expresión teatral respectivamente, nos cuentan que la obra surgió en el “aula con el análisis del poema sobre Jacinto Chiclana que escribió Borges. Entonces comienzan a desarrollarse los temas de estudio que derivan en esta gran producción en donde trabajamos con teatro, música, video para las escenas del cortometraje y el resto de los talleres que le dieron el contexto a la escenografía. La historia de los cuchilleros, la pasión que le pone en sus letras Borges, la crítica que hicieron los chicos a la figura de Borges, la letra de Bandidos Rurales y las figuras de Mate Cocido, Martina Chapanay y Vairoletto. Sarmiento considerado el padre de la educación también tiene una participación y en ella la grieta, esta famosa palabra que recorre muestra historia de civilización o barbarie. O civilización y barbarie”.

La muerte, el coraje, el valor, las batallas, quienes los verdugos y quienes las víctimas. El Estado, las corporaciones económicas y La Forestal con su estado en sí mismo se apoderan de los diálogos, de las miradas, de los giros cómplices de un grupo de pibes que durante tres meses y después de aquella letra de Jacinto Chiclana grabaron varias tomas en el parque agroforestal, en un bar de barrio, en un pasillo de los monoblocks del Roca y en una estancia en las afueras de la ciudad. Realizaron entrevistas para los programas de radio que alimenta la programación de la estación de frecuencia modulada que posee la Fundación Ceferino Namuncurá, editaron el trabajo audiovisual, repasaron la letra del guión que ellos mismos construyeron, escribieron el guión técnico para filmar en interiores y en exteriores.

Produjeron la música, desarrollaron la letra, mezclaron las bases musicales.
Ensayaron.
Se subieron al escenario.
Interpretaron la obra.
Se bancaron la letra y los extensos “parlamentos”.
Y terminaron cantando, unidos, mientras José Roig, otro de los profesores, quien coordina a los talleres de expresión, tocaba la guitarra y la armónica, al mismo tiempo.
Como suele hacerlo León, el hombre que alguna vez visitó a la organización y prometió volver.
De alguna manera, puede decirse, lo hizo.obra de teatro 1